STRAIGHT INTO THE BALLS OF HELL.

La urgente retrospectiva de Joel Potrykus

Si realmente eres capaz de asumir la vulnerabilidad, una fragilidad interior que exaspera incluso a tu más penoso ridículo, transmutando toda esa delicadeza en un odio ferviente. Si puedes impulsar tu identidad acorazada y quebradiza al grito rasposo e hiriente del rencor y la abominación, entonces, y sólo entonces, cierta música toma tu espacio interior, y con ella, las películas de Joel Potrykus.
Los personajes protagónicos de Joel Potrykus son muy falibles, muy inseguros y muy inoperantes. De algún modo los vínculos y los afectos que les proveerían de seguridad, están extremadamente debilitados. Una madre apagada y ocupada en conectar televisores detrás de un teléfono en Buzzard (2014) , un primo descuidado y un gato en The Alchemist Cookbook (2016), y nadie en Ape (2012). Pero, atractivamente, para estos personajes, ser vulnerables es su principal fortaleza, porque el brillante estado de ánimo que deviene del abandono conlleva, siempre que el poder de la voluntad lo propaga, una enorme subversión.
Pocos, o ningún personaje del cine, habita la soledad con la potencia que los personajes de Joel Potrykus lo hacen. Cruzando los espacios hostiles de ciudades en Michigan donde la violencia es monotonía, o sus lagos aislados en The Alchemist Cookbook; con bandas sonoras efervescentes de agrupaciones trash metal ultra-vernáculas como Worshit o S.O.D. y un hip-hop recalcitrante, def IV, Esham Attica Smith, fortaleciendo el estilo de elipsis en acción, tan virtuosa como violenta.
Estas películas dan origen a personajes marginales tan poderosos que hacen pensar en Potrykus como una especie de John Kennedy Toole del cine de este siglo. Son seres marginales de esa topografía curiosa de Estados Unidos, a los que nada les sale bien, pero que en su deseo por la vida, en su odio primordial, los arrastra primero a la ironía, y luego a la sombra. El amor por los monstruos y las invocaciones satánicas no es meramente estético en estas películas, el diablo siempre se presenta.
Expuestos, así, a una crisis de vulnerabilidad extrema, el vacío de la fragilidad compromete a nuestros personajes, lúcidos y desencantados, a un pacto con el maligno. Los relatos pueden ser lineales pero los estados de ánimo no, y el director conoce muy bien lo que propicia la llegada de la oscuridad. Martin Jackitansky en Buzzard, Trevor Newandayke en Ape, y Sean en The Alchemist Cookbook, son empoderados por el pacto satánico, que generalmente se manifiestan con una herida física y psíquica, condenada a deteriorarse rápidamente.
Los destellos de satisfacción nos llegan directamente del contraste maravilloso entre el tema y el género que sobrevuelan los filmes, una comedia fantástica o fársica, con mucha ironía e insurrección. Unos personajes entrañables, dispuestos a cruzar muchos límites, a disociarse, y finalmente a sacrificarse. O quizá no.
Joel Potrykus recibió el premio Best New Director en el Locarno Film Festival, por Ape en 2012, y en 2014 el premio FIPRESCI por Buzzard en Ljubljana International Film Festival. Sus trabajos exponen una crítica al neoliberalismo de fin de milenio, y al orden económico al que resultan forzadas las sociedades. Mundos utilitarios, previos a la era del smartphone, dónde la inclusión de los distintos no es negociable y, en tanto, predice el destino de sus principales residuos culturales en el enorme grotesco de la marginalidad.
Se trata de una retrospectiva urgente que Blackcanvas Festival de Cine Contemporáneo hace real con la llegada de Joel Potrykus, jurado para la competencia oficial.
Una mirada dentro de la herida abierta en la sensibilidad de los solitarios.
Facundo Torrieri
BLACKCANVAS FCC, 2017