LOS TRUENOS DE SAN JUAN, DEL DIRECTOR SANTIAGO MAZA

Dicen por ahí que la alegría mexicana es explosiva o no es. La música que la acompaña es estridente, sus sabores golpean, sus dulces embriagan y sus bebidas se saborean en el estómago y estallan en el cerebro. Los “truenos” que nacen de la celebración del patrono del pueblo San Juan de la Vega son el grito de una tradición que emprende una batalla por la supervivencia. La modernidad, se lo que sea eso, no comprende y no acepta esta forma de festejar que tienen los nativos del pueblo, las autoridades lo consideran un ritual desvirtuado y peligroso, los ancianos reconocen su importancia pero les desconcierta la manera en que las nuevas generaciones la han hecho suya y al no poder comunicarse con los más jóvenes, dudan entre fomentarla o prohibirla.

El director resalta ésta lucha entre el pasado y el presente al establecer un contrapunto visual durante los preparativos de la fiesta. Por un lado están los mayordomos que hablan sobre la ceremonia, negocian con las autoridades y la policía, recuerdan los viejos tiempos y el origen de la celebración, se preocupan, lamentan el cambio que han tenido las cosas, sus actos ocurren a la luz del día; por el otro están los jóvenes que con habilidad de traficantes establecen toda una red clandestina de fabricación y distribución de cargas explosivas o “truenos” que serán detonados en la fiesta, se emocionan anticipando la dimensión de las

explosiones, de los riesgos que van a tomar, son miembros de una generación que se debate entre mundos opuestos, la tradición y la modernidad, el ritual y el sacrificio, lo mexicano y lo chicano, la legalidad y la delincuencia, se mueven y actúan en las sombras.

Sin ser un estudio antropológico o una exploración del México “profundo” la película logra, quizá sin proponérselo, pintar un fresco del contradictorio presente del país. La violencia que lo aqueja, la discriminación que padecen quienes lo habitan y el extravío de quienes regresan transformados por su estancia en los Estados Unidos. Los “truenos” aparecen como una muestra de la insensatez de la juventud pero también se intuye su necesidad, su condición de indispensable rito de paso que convierte a los niños en hombres y que los hermana con sus antepasados. A mayor riesgo más amor se tiene hacia el Santo y hacia la comunidad, las heridas sufridas en las detonaciones son la muestra de que se es un miembro de la tribu, no hay vergüenza en ello, al contrario, es el orgullo definitivo. Los truenos de San Juan, es un recordatorio de que en tiempos como éstos, donde se busca homogeneizar y esterilizar la realidad, se necesita más que nunca devolverle su dimensión sagrada a las tradiciones.

Por Pablo Urube